google-site-verification: google29497dabad147b8e.html pienso y escribo: agosto 2011
Blog de Carolina Rangel



Cuentos, microcuentos y poemas.



Escribir no es para mí una necesidad. Es un estado natural. Algo que fluye sin esfuerzo y eso me sorprende.



Bienvenidos los comentarios.



Bienvenidos ustedes.



miércoles, 31 de agosto de 2011

Regálame 15 días

El ascensor bajaba los 33 pisos. Se estaba tardando mucho, era la hora de cierre en la mayoría de las oficinas de esa torre empresarial y se detenía en casi todos los niveles. Pero Valeria no iba de salida, se dirigía al lobby a darle una excusa a su novio, Tadeo. No iban a salir ese viernes, Valeria tenía que terminar un proyecto que debía quedar listo esa noche.
Se va a molestar, pensó.
Valeria era demasiado entregada a su trabajo. Le dedicaba 14 horas al día y muchos fines de semana. Cuando alguna vez salía con Tadeo se mantenía conectada con la jefa o con quien estuviera en la oficina. Lo más grave era que rompía muchas promesas.
Tengo que dejar de actuar así, pensó. Un día me va a dejar. Discutimos mucho. Yo sé que no basta con llamarlo con frecuencia, no podemos tener un noviazgo telefónico, caviló.

Llegó a planta baja. Se saludaron con un beso y un abrazo.
─Tadeo no te vayas a disgustar…
Y con solo esta frase Tadeo se disgustó.
─No vamos a salir. ─dijo él antes que ella dijera nada.
─Mi amor, esta noche terminamos el proyecto y el lunes…
─Regálame 15 días ─interrumpió.
─¿15 días? ¿No te parece mucho?
─Estoy cansado de esto… Regálame 15 días, nos va a hacer bien…
─¿Qué tienes pensado?
─Un viaje a Margarita, sin peleas, sin teléfonos. ¡Regálame 15 días! A partir de mañana a las 7.
Valeria analizó la petición por unos segundos y contestó dubitativa:
─ ¡Está bien! es buena idea.
Se despidieron como se saludaron y Valeria subió de nuevo los 33 pisos con un frío en el estómago, tenía que convencer a su jefa de que le diera 15 días de vacaciones.

─Mi relación con Tadeo depende de eso María, él ha tenido mucha paciencia, siempre lo dejo plantado.
─¡No puedes dejar la oficina 2 semanas! El lunes entra otro proyecto ─replicó la jefa.
Discutieron largos minutos, finalmente:
─Si no me los das, renuncio.
Y con esa amenaza Valeria consiguió sus vacaciones. Salió de su oficina después de terminar el proyecto, trabajó de manera distinta a sus hábitos, buscando atajos y sin perfeccionismos exagerados.

Pasó la madrugada arreglando maletas. Ilusionada reflexionó: Esto es lo correcto, por eso estoy tan feliz, mi prioridad es mi pareja, no voy a terminar enterrada en esa oficina como María. Amaneció y ella todavía preparaba el viaje. Tadeo no me dijo a qué hora me venía a buscar, pensó preocupada cuando eran cerca de las 7. Lo llamó pero le contestó la grabadora.

Mientras tanto Tadeo entraba al aeropuerto. Se detuvo a saludar a un amigo con el que se cruzó en el largo pasillo.
─¡Hola! ¿Qué haces aquí? ─preguntó Tadeo estrechándole la mano.
─¡Hola Tadeo! Regresando de viaje y tú ¿a dónde vas?
─A Margarita, un regalo de Valeria.
─¡Qué bueno! ¿Y dónde está ella?
─¡Esa es la cosa! Valeria me regalo 15 días fuera de la relación, sin peleas y sin tanta llamadera.







martes, 23 de agosto de 2011

Publicación de Un perro en Pez de plata.

Pez de plata es el suplemento literario de el diario Extra de Monagas, Venezuela. El domingo 21 de agosto de 2011 publicaron un cuento escrito por mí, lo cual agradezco a todo su equipo editorial.

El cuento se llama Un perro. Abajo les dejo el link. Espero lo disfruten.


Los invito a visitar todas las semanas la pagina web de este semanario, es una maravillosa iniciativa que todos deberíamos apoyar.


Carolina


http://www.pezdeplata.com.ve/numero91.html

sábado, 20 de agosto de 2011

Mi yo es inevitable

Flores cortadas por ti
tus súplicas, mi impotencia
una luz extraña, gris
perdona, mi yo es inevitable.

Las olas me bañan
arena que arrastra
el agua me sumerge, me sala
presiona pero no ahoga.

Siguen tus imágenes,
siento tus recuerdos
porque mi dolor soy yo misma
el mar pierde su tiempo.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Se llamaba Ramiro

Siempre supo que vivía en una cueva y que se llamaba Ramiro. Era una cueva tibia, de colores sepia cubierta de lodo. Había toda clase de comida, vegetales, frutas. A Ramiro le encantaba probar diferentes sabores, al principio le divertía distinguir entre los salados y los dulces, después pasó a diferenciar el sabor de la manzana al de las uvas o las toronjas.
Había un tragaluz por donde podía ver el sol. La luz lo encandilaba, así que prefería deleitarse con la vista nocturna, las estrellas, a veces la luna, pero lo que más le gustaba era ver la lluvia. Las gotas de agua brillaban mientras caían, formaban un remolino y parecía una flor disparando pétalos en perfecto arreglo. Aprendió a ver las señales que antecedían a aquel paisaje y se acostaba en la tierra, debajo del tragaluz a esperar las primeras chispas.
─Tú crees que todo es muy bello allá arriba, pero no es así.
─Sí, es bello, lo estoy viendo. ─replicó Ramiro, mientras observaba como arreciaba.
─Todo es más difícil allá, a eso me refiero.
─¿Difícil?
─La comida no la encuentras tan fácil como aquí, te cansas, hay que luchar.
─Solo estoy viendo. ─dijo en una disculpa, ya estaba amainando.
─Desde allá arriba la lluvia no se ve así.

Empezó a crecer en Ramiro la fascinación por el mundo de allá arriba y llegó el día en que no pensaba en otra cosa. Sin embargo no se le ocurría la manera de subir.
De tanto fijarse y ver por el tragaluz comenzó a ver siluetas.
─Hay personas allá ─dijo con cierta angustia.
─Sí, pero te aseguro que tú eres más feliz que cualquiera de ellos. ¿Tú has sufrido alguna vez?
─No ─dijo.
─Ellos sí.

Comenzó a ensayar una escalada. Sin un plan específico, impulsado por una necesidad extraña y frenado por una aprensión vacilante. Al principio se cayó varias veces pero volvía a trepar y a medida que venció el miedo se le hizo más fácil. En un momento hizo mucho calor y las ganas de subir se convirtieron en urgencia hizo un esfuerzo enorme y llegó a la boca del tragaluz.
Era más angosto que él. Se atoró. Regresó el miedo y lo hacía percibir cosas extrañas, como que el agujero se hacía más pequeño y lo ahorcaba.
Se estiró para adelgazarse, hizo fuerza, se arañó todo el cuerpo, cayó exhausto al otro lado del tragaluz.
Respiró con todo el cuerpo.
La luz lo enceguecía, era tan intensa que le dolían los ojos, los sonidos lo aturdían, tenía sed, pero a pesar de todo eso las ganas de gritar y saltar eran muy fuertes, sentía una felicidad inexplicable e inmensa.
Estaba viviendo su euforia cuando empezó a llover, era verdad lo que le habían dicho no se veía igual que desde abajo, pero en cambio podía sentirla, las gotas caían sobre su cuerpo y lo lavaban. Por primera vez veía que su piel era rosada y lisa. Sentía el frescor del agua fría, mientras la luz moderaba y lo empezaba a dejar ver a su alrededor. Eran personas, personas que gritaban, muchas personas.
Su vista estaba clara ya y comenzó a buscar el tragaluz. Volteó para todos lados y no estaba. Quería mostrarlo. Asomarse.
Buscó y buscó pero comenzó a olvidar qué estaba buscando.Al poco tiempo ya no recordaba el tragaluz ni nada de allá abajo… ni siquiera que se llamaba Ramiro.