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Blog de Carolina Rangel



Cuentos, microcuentos y poemas.



Escribir no es para mí una necesidad. Es un estado natural. Algo que fluye sin esfuerzo y eso me sorprende.



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martes, 29 de enero de 2013

Querida tía Estela
Le escribo esta carta porque me parece de muy mal gusto darle una noticia como esta por teléfono. Imagínese que Katiuska me sugirió que le mandara un texto. ¡Por Dios! A usted tía Estela que es de lo más clásica. Le dije: “Si hago algo así, mi tía Estela me retira el habla mínimo por un año”. Estoy segura que una carta es lo más indicado.
Bueno tía voy a empezar el cuento. Lo de cuento es un decir porque sucedió de verdad, una tragedia tía. Usted me había dicho que nos mudáramos de ese barrio. Era un buen consejo pero es que a mí me gustaba mucho como se veían las estrellas de noche y el frío que hacía, yo me sentía como que estaba en el norte, jaja. Ay perdone que le escriba la risa como si fuera un mensaje de texto. Como le decía, a mí me gustaba mucho ese cerro, aunque yo sé que era muy feo el barrio. Pero con decir que uno vivía en otro lado era suficiente ¿verdad?
Le estoy hablando del barrio en pasado y ya usted debe estar asustada. Ya le había dicho que era una tragedia. Es una tragedia. Tanto que va a tener que buscar un carro que la traiga para acá. Tiene que buscar dónde quedarse tía, yo no le voy a poder hacer el favor. De todas maneras, a usted no le gustaba subir hasta mi casa y cuando lo hacía se escondía para no ver a mis vecinos.
Lo que le voy a contar es lo que le pasó a Rodrigo. Rodrigo… tan bello ese nombre. No se me olvida que usted se lo puso. Yo lo iba a llamar Yorvin. Me extrañó tanto ese día que usted se ofreció a acompañarme al registro. Le confieso que me quedé petrificada cuando usted exclamó con esa voz tan fuerte: “¡Rodrigo!” Jaja el funcionario me vio la cara y como a mí no me salió el “Yorvin”, él escribió Rodrigo. Tía disculpe que volví a poner jaja.
Ese muchacho sí me salió bueno, así como usted dijo que iba a ser. Lo único es que no le gustaba ayudar en la casa y eso sí que era malo porque ahí había que cargar agua desde abajo y nunca en toda su vida Rodrigo subió un tobo de agua. Como usted le decía que era un doctor…
Cuando sucedió la tragedia, él estaba sentado en el primer escalón del cerro, en lo más abajo, esperando que yo llegara con el tobo. Entonces comenzó a caerle la tierra encima. Me cuentan que al principio no era mucha. La gente se reía porque Rodrigo se quedó quietecito. Lo único que tenía que hacer era dar un paso para cualquier lado. Tal vez era sabroso sentir los primeros granos ¡quién sabe!
Lo que pasa es que la flojera es una cosa seria. Rodrigo no quería hacer nada. Yo sé lo que me va a decir: Que un muchacho con tanto porvenir no se debe poner a hacer oficios. Pero en este caso no era sino que se moviera, que se quitara de ahí. Después fue peor.
Los vecinos me llamaron alarmados cuando el chorro de tierra estaba más fuerte. Ya el muchacho casi no se veía y yo me puse a gritarle: ¡Quítate Rodrigo! Y la tierra caía y caía. Y Rodrigo seguía quieto, creo que a esas alturas ya no se podía mover o tal vez era que tenía mucha confianza en que el chorro se iba a cerrar en cualquier momento, no sé.
Era lógico pensarlo tía, analícelo bien. Cualquiera hubiera predicho que la tierra se iba a acabar y el único problema que íbamos a tener era lavar la ropa. ¿Sabe que ropa tenía puesta ese día? El conjunto aquel que usted le regaló, el que es de diseñador. Ya casi no le servía pero era su preferido. Lamento decirle que se perdió, no se lo vamos a poder pasar a ningún primo, disculpe.
Bueno pero continuando, Rodrigo seguía debajo del chorro de tierra. La tierra del cerro caía y caía y ya no se veía nada. La gente del barrio estaba en un solo grito, corriendo en círculos, nadie sabía qué hacer. Yo estaba histérica con mi tobo en la mano cuidando que no se botara el agua. En unos minutos nomás el cerro desapareció. El barrio desapareció. Rodrigo desapareció. No lo vimos más. Toda la gente se quedó alrededor de la escena pero no había nada que ver. Yo solté el tobo de agua. ¿Para dónde lo iba a llevar?
Tía déjeme saber qué día llega y a dónde. La necesito aquí ¿sabe? Como siempre no sé hacer nada sin usted, ni siquiera llorar. Además, yo la quiero mucho. Aprovecho para pedirle perdón por haberme ido de su casa hace años, yo sé que ya se lo había pedido pero le confieso que esa vez no fui sincera. Disculpe la mentira. La espero entonces. Bendición.
Rocío.

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